lunes, mayo 10, 2010

¿OBSESIÓN PASAJERA?

Deje el auto en la sombra del árbol gigante del frente de la casa, es un auto envidiado, imagínense es un Aston Martin One- 77, aunque mi hermano tiene un Audi, y dicen que es mejor, eso no importa. Lo importante el día de hoy, es la cita con esa chica de la librería. Ya tengo todo planeado: tomo la buseta al centro, me cambio este atuendo envejecido por unos jeans, los tenis y el buzo blanco, un poco de dinero y a la conquista; recuerden hay que pasar desapercibido, pero ante ella no. La buseta va despacio, a mi lado se sienta una chica, parece secretaria, veo sus uñas y me doy cuenta que no puede ser secretaria, nunca había visto un manicure como ese, es perfecto: sus colores, sus líneas simétricas, sus dibujos etéreos; creo ver en esas manos, en esas uñas el universo condensado. Si. Ahí esta el universo, el cielo, la tierra, el agua, hasta la chica de la librería incólume. No puedo evitar observar sus uñas. Ella esta nerviosa seguro piensa que le voy a robar el bolso o algo peor: raptarla. Esta incomoda, se mueve, quita el bolso, cruza la pierna; no dejo de mirar sus uñas. Quiero preguntarle quien es el artista, debe ser ella. Se para de su asiento, veo es su rostro un suspiro de descanso; timbra y se baja de la buseta. Inmediatamente, a la siguiente calle me bajo, la veo doblar en la esquina, la alcanzo, me cubro con los transeúntes para que no sospeche que la sigo y no piense algo malo. Entra a un edificio del cual soy copropietario, en la recepción no me dejan seguir, es verdad hoy me vestí como un don nadie, no porto mis documentos, en fin todo por ir detrás de un polvo. Maldita sea. Tocara esperar a que salga. Entro a la cafetería, tomo un café, otro café, un pandebono, un pan de yuca, pasa una hora, dos horas, miro la revista, y, solo pienso en esas uñas. Se hace de noche, perdí mi cita, no lo puedo creer: por unas uñas. Por fin salió. Va apresurada, son las 8 y 15 minutos de la noche, corre, me vio, corro también y la intercepto, no temas le pronuncio en vos baja, ella grita, me van a robar, pero en esas calles no se asoma ni un gato. Le explico que solo quiero ver sus uñas, sólo eso, pero la chica no lo entiende, esta muy atemorizada y vuelve a correr. La agarro del brazo, estoy enfurecido, me enloquecí por unas uñas, le doy un golpe y se desmaya. Cuando se despierta, tiene un dolor y un ardor insoportable: sus dedos no tiene uñas, tiene la carne viva y llena de zancudos. La arrastre a un callejón, saque mi navaja, y comencé a arrancar cada uña con cautela suprema, con cada corte se despertaba, en mi vida había pegado tantos puños y patadas como esa noche; comente a mi hermano, que al ver esas uñas me dio la razón. Ahora esas uñas están expuestas en el Museo Nacional de mi propiedad, y he ganado un millonada por ellas, quien las ve se retira con una mirada diferente, como los axolotl. Desde mi oficina pienso y recuerdo a esa chica, aunque nunca le vi la cara, quise mandarle un cheque, pero no. Esto es arte.
Escrito por Juan Batero